Bolsa de Valores

La Bolsa de Valores es básicamente un mercado, como los que han existido desde los inicios de la civilización, donde compradores y vendedores se reúnen para negociar el precio de diferentes productos, en nuestro caso, instrumentos financieros. Los compradores obtienen valor de los productos que compran y los vendedores obtienen valor de los beneficios que resultan de sus ventas. Ambas partes salen ganando.

Los orígenes de lo que hoy llamamos Bolsa de Valores los podemos encontrar ya en el siglo XII en Francia, donde los llamados “courretiers de change” comerciaban títulos de deuda agrícola en nombre de los bancos. Siglos más tarde, mercaderes en Venecia negociaban bonos del gobierno conocidos como prestitii, que básicamente servían para financiar las constantes guerras entre las ciudades estado italianas.

Sin embargo, el primer mercado de valores o productos financieros como tal, se lo reconoce recién en el siglo XV en la ciudad de Amberes, Bélgica. Allí, la influyente familia Van der Bürs poseía una casa en donde llevaba a cabo sus actividades comerciales. Con el tiempo, este lugar y sus actividades se acabaron llamando Borsa y de allí el nombre Bolsa en castellano.

La diferencia con las bolsas de valores actuales es que estos primeros centros de comercio no ofrecían títulos corporativos (acciones), sino más bien títulos de deuda pública y privada, es decir, préstamos de dinero al gobierno o a individuos a cambio del pago regular de intereses, así como también el comercio de productos básicos.

La compañía de las Indias del Este es ampliamente reconocida como la primera empresa en ser cotizada en Bolsa. Era una compañía del imperio británico, cuyos orígenes datan del año 1600, a la que se le otorgó un monopolio para utilizar las nuevas rutas de comercio con el sur y sureste asiático. Hoy en día, esto sería impensable, pero en esa época los monopolios eran algo común y aceptado.

Las travesías a través del océano para comerciar con tierras distantes era un negocio de alto riesgo. Los barcos solían ser atacados por piratas o hundidos al atravesar océanos tempestuosos. Este tipo de emprendimientos requerían una gran inversión de capital que de resultar exitosa suponían unos beneficios más que atractivos. Por otro lado, el fracaso se traducía en una pérdida total del capital invertido, además claro, el costo en vidas humanas.

Por esta razón, los inversores vieron la oportunidad de reducir su riesgo al invertir en la compañía de las Indias del Este en lugar de expediciones transoceánicas individuales. Aunque uno o dos de cada cuatro barcos se perdiera, el inversor aún podía obtener ganancias sustanciales y así es como muchas fortunas se amasaron en este período. Vemos aquí el uso temprano del principio de diversificación.

En esos primeros momentos las regulaciones eran casi inexistentes. Cualquiera podía crear una empresa y comenzar a vender acciones, aunque dicha empresa fuera un completo fraude y no realizara actividad comercial alguna. Las primeras burbujas bursátiles comenzaron a observarse ya desde los inicios, siendo la propia compañía de las Indias del Este un ejemplo clásico. Su víctima más famosa fue nada más ni nada menos que el propio Isaac Newton, quien más tarde dijo: “Puedo calcular el movimiento de las estrellas, pero no la locura del hombre”.

Con el tiempo la actividad bursátil comenzó a regularse, lo que acabo brindando mayor seguridad y transparencia al inversor. Hoy en día, prácticamente todas las capitales alrededor del mundo cuentan con su propia Bolsa de Valores, o incluso más de una en las ciudades más importantes (por ejemplo, Nueva York), y con una autoridad bursátil regulando su actividad. Por supuesto, esto no ha evitado que sigan ocurriendo burbujas y desplomes bursátiles en forma periódica. Más adelante retomaremos este punto.

Si te ha gustado ¿Por qué no compartirlo?
0
0
0

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *