Productos Apalancados

Los productos financieros apalancados o “leveraged products”, en inglés, son productos derivados que ofrecen un potencial de retorno enorme, así como también un potencial de pérdidas de igual magnitud. Se trata de productos que nos permiten adquirir o tener acceso a un activo por una fracción de su costo. ¿Cómo? Básicamente con dinero prestado. El ejemplo más conocido de este tipo de productos es la hipoteca inmobiliaria: nos permite comprar una casa por una fracción de su valor de mercado, por ejemplo, el 10% o 20%, mientras que el resto del dinero es prestado por un banco a cambio del pago regular de intereses.

Por ejemplo, si Ud. compra una casa que se cotiza a $300.000 con un pago inicial de solo $30.000, su hipoteca tiene un apalancamiento de 10 a 1, es decir, Ud. ha comprado (o accedido a) un activo que vale 10 veces lo que ha pagado por él. Si, además, no necesita vivir en esa casa puede entonces alquilarla y con la renta cubrir el pago mensual de la hipoteca*.

Imagine ahora que, luego de 2 años, la casa tiene un valor de mercado de $330.000, es decir, se ha apreciado 10%. En ese momento Ud. podría venderla y con el dinero obtenido cancelar toda su deuda con el banco. En el proceso se habrá embolsado $30.000 de ganancias netas. Eso representa un 100% de beneficios sobre su inversión inicial, es decir, ¡ha duplicado lo invertido en tan solo 2 años! Note que el valor del activo que Ud. ha comprado y vendido solo se ha incrementado 10% en el mismo período.

Como contrapartida, existe el riesgo de que ocurra lo contrario: que el valor de la casa caiga 10%, hasta los $270.000. Si por alguna razón, Ud. se ve obligado a vender la propiedad en ese momento, aún podrá cancelar toda su deuda, pero en el proceso habrá perdido los $30.000 del pago inicial, es decir, ¡una pérdida del 100%! Si el valor de la casa cae aún más, sus pérdidas comenzarán a superar el 100%!

En los mercados de valores, este concepto de apalancamiento funciona en forma muy parecida. Uno de los productos apalancados más populares es el CFD o Contract For Difference. La idea es similar a la de una hipoteca. Por ejemplo, imagine que desea comprar acciones de IBM que actualmente cotiza a, digamos, $150 por acción. Si su capital de inversión es de $1.500, solo podrá adquirir 10 acciones. Ahora, si invierte en un CFD de IBM con un apalancamiento de 20 a 1, podrá comprar el equivalente a 20 veces esa cantidad, es decir 200 acciones por un valor total de $30.000 con solo invertir $1.500. ¿De dónde provienen los restantes $28.500? Pues se los presta el bróker a través del cual ha adquirido el CFD. Lo que muchas veces sucede, en realidad, es que el bróker le prestará las acciones que él o uno de sus clientes ya posee y no el dinero con el cual adquirirlas (de todas maneras, este proceso es totalmente transparente para el inversor). Por supuesto, no se las prestará por pura generosidad, sino que le cobrará un interés diario durante todo el tiempo que Ud. mantenga el CFD en su poder. Es aquí donde los brókeres ganan dinero, y mucho.

Como en el caso de la hipoteca, si la acción de IBM sube 10% (de $150 a $165), el valor total de su CFD será de $33.000. Si en ese momento lo vende, cancelará su deuda y se embolsará $3.000 de beneficios, es decir, ha duplicado su inversión inicial de $1.500.

Por el contrario, si el precio de la acción cae solo 10%, Ud. perderá todo lo invertido. ¿Qué sucede si el precio de la acción cae 10% y luego se recupera, volviendo a su valor anterior? Esto es irrelevante: una vez alcanzado cierto nivel de pérdidas predefinido, el bróker cerrará su posición en forma automática materializando así la pérdida. Para evitar esto Ud. tiene que depositar más dinero en su cuenta del bróker para cubrir lo perdido hasta ese momento.

Esta es la diferencia crucial entre el CFD y la compra directa del activo que éste representa: el CFD no le permite sentarse a esperar a que el precio de la acción se recupere, Ud. puede perder todo su dinero mucho antes de que eso ocurra. Por esa razón, a la hora de usar un CFD, debemos estar seguros de que el precio del activo subyacente subirá en el corto plazo (en nuestro caso las acciones de IBM) lo cual, como ya sabemos, implica predecir el futuro.

En la práctica el bróker normalmente cerrará su posición antes de que sus fondos lleguen a cero, básicamente porque si nuestras pérdidas superan el 100%, es el bróker quien deberá cubrirlas. En otras palabras, se establece un margen mínimo que, una vez alcanzado, hará que su CFD sea vendido a pérdida en forma automática. Este evento se denomina Margin Call y es la pesadilla de cualquier inversor, o más bien, especulador.

Otro detalle que debemos tener en cuenta es que al adquirir un CFD no estamos en realidad adquiriendo el activo subyacente, por ejemplo, acciones de IBM, sino un contrato por el cual cobraremos o pagaremos la diferencia de precio una vez que el contrato se cancele (voluntariamente o no). Por esta razón, no recibiremos ningún dividendo que el activo pudiera generar y además estaremos pagando intereses durante todo el tiempo que dure el contrato. El CFD es, pues, un instrumento extremadamente especulativo y de corto plazo.

A pesar de sus riesgos, la demanda de estos productos es abundante y por esto los brókeres ofrecen CFDs sobre casi cualquier activo cotizado y sus apalancamientos van desde 2 a 1 hasta ¡1.000 a 1! Su principal atractivo es que tienen un potencial de retorno astronómico si estamos en lo correcto. Pero si nos equivocamos, pueden ser nuestra ruina. Por esta razón, son productos extremadamente peligrosos y no deberían ser usados por el pequeño inversor.

Vale la pena mencionar que también existen ETFs con apalancamiento, por ejemplo, el ETF “SSO – ProShares Ultra S&P 500 ETF” busca duplicar de rendimiento del S&P500 mientras que el ETF “UPRO – ProShares Ultra Pro S&P 500 ETF” triplicarlo. Si bien un ETF apalancado no es exactamente lo mismo que un CFD, su objetivo es el mismo: amplificar las ganancias, pero a cambio también amplificará cualquier pérdida. Como si esto fuera poco, sus expense ratios suelen ser del orden del 1% o incluso más lo cual, en términos de costos, los coloca a la altura de los fondos de inversión activa.

Todos estos productos no dejan de ser curiosos e interesantes en sí mismos, pero no deberían formar parte del portafolio del inversor promedio.

* También habrá gastos de mantenimiento, impuestos y seguros, pero por razones de simplicidad asumimos que la renta cubrirá todos esos gastos.

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